27 de agosto al de 24 septiembre 2005, Instalación
Paulina del Paso
La idea puede parecernos aberrante, pero las historias e imágenes generadas enla “fábrica de sueños” (y pesadillas) conocida como Disney forman una parte innegable del bagaje cultural de varias generaciones en numerosas regiones del orbe. Hace tiempo que la marca se estableció como sinónimo de infancia: al grado de que podríamos pasarnos días discutiendo hasta que punto Disney ha logrado tocar fibras fundamentales de lo que implica ser niño o niña en el siglo veinte (y ahora en el veintiuno), y hasta que punto ha ido formando al público infantil a su imagen y semejanza.
Bambino –que significa niño en italiano– parte de uno de los momentos más representativos de la mitología de Disney y lo lleva al límite. La certeza de un final feliz es la que vuelve al sufrimiento llevadero en sus películas de dibujos animados. Paulina del Paso no nos permite esta certeza, su instalación es como un disco que se ha rayado en su punto más estridente y repite sin remedio el ritmo irregular del miedo, los lánguidos lamentos de la pérdida y el interminable eco de la soledad.

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