Bachelor Sound Machín fue una agrupación de creadores de distintas disciplinas cuyas preferencias musicales y coincidencia geográfica provocaron su declaración como colectivo con el fin de consolidar proyectos que abarcaran la producción de música, artes visuales (instalación, escultura, fotografía y video), cine y literatura.
Todo comenzó con una jarana ‘electrificada’ mediante una pastilla que permitía el uso de un rudimentario pedal de distorsión llamado Big Muff––lo que requirió taparle la ‘boca’ con cinta gaffer rosa eléctrico para evitar el viciado una vez amplificada. Este travestido instrumento jarocho congregó a cuatro Mexicanos en Nueva York: José Luis Cortés y Alejandro Almanza, ambos artistas plásticos; René Peñaloza, cineasta; y Miguel Medrano, abogado del Consulado de vocación bajística. Unidos en un marcado gusto por los sonidos Veracruzanos, decidimos formar una agrupación que combinase la tradición y rítmica del Son Jarocho con el desenfado que caracteriza ciertas vertientes del rock como el punk y el garage.
Alejandro_Almanza
Como todos los asiduos al son jarocho, estábamos conscientes de que su ejecución requería de altas dosis de virtuosismo––de ahí que decidieramos amalgamarlo con el espíritu ‘hágalo ud. mismo’ (DIY, dirían en EEUU) del rock más rudimentario. La fuerza del grupo tendría entonces que radicar en la originalidad de la propuesta. Pronto nos dimos cuenta que existían múltiples puntos de contacto entre el son jarocho y el rock: un fortísimo ataque en las guitarras, matices dramáticos en volumen y plena irreverencia en las letras. En teoría todo esto tenía sentido, ya que el son comparte los orígenes africanos y criollos del blues, pero en la práctica la compatibilidad se dio de manera más inmediata: la jarana travestida en electroacústica resultó igualmente adepta en darle un giro rockero al son––mediante el mentado pedal Big Muff––como en darle un giro jarocho a nuestro repertorio más rockero. Ya sólo restaba ponerle nombre al proyecto. Enfatizando su naturaleza conceptual, decidimos ponerle Bachelor Sound Machín en honor a Marcel DuChamp, cuyo ‘Vidrio Grande’ (Large Glass) originalmente se llamó ‘Bachelor Machine’.
Los cuatro habíamos crecido en los noventa y encontramos un lenguaje común en nuestra afición por una especie de postmestizaje–––manifestado en una veta que se extiende de los Xochimilcas, pasando por los Tepetatles, Botellita de Jerez y Café Tacvba, hasta ramificaciones que desembocan en agrupaciones postnacionales como Cornershop o Plastilina Mosh. Además compartiamos una afición por la ciencia ficción de factura nacional, como las películas del Santo o Chano Urrutia; buscamos cultivar una estética futurista patentemente Mexicana, que combinase sensibilidades como el afrofuturismo de Sun Ra y el automatismo motoriko de Kraftwerk. Si bien algunos grupos nacionales se habían aproximado a esta estética (la “banda sinaloense sintetizada” de Grupo el Mexicano tanto como cualquiera), nosotros queríamos ir más allá con nuestros esfuerzos musicales, intengrando tanto elementos escultóricos en la escenografía, como performáticos en el escenario (en este sentido Guillermo Gómez Peña y su Pochanostra resultan precursores particularmente agudos).
En cuanto a lírica, consideramos preciso que las letras conservasen la inmediatez de las letras jarochas con sus despliegues de improvisación y referentes locales. Con esto en mente, integramos nombres de barrios Nuevayorkinos y frases en inglés de uso común a nuestras versiones de clásicos jarochos como El Jarabe Loco, La Bamba (conocida como la Obamba durante la campaña presidencial en EEUU), y el inperdible Colás:
Bonita por delante
Bonita por detrás
¡Ay que bonito baila la mujer de Nicolás!
Bonita por debajo
Bonita up and down
¡Ay que bonito baila la mujer de Chinatown!
Como toda banda de rock de ‘no músicos’ que se digne de serlo, aplicamos el mismo esmero a los componentes escénicos y gráficos del proyecto, aprovechando las variopintas especialidades de los integrantes. En este sentido resultó fundamental la influencia de precursores como Andy Warhol y su Velvet Underground, así como la comicidad encarnada en los espéctáculos de Chava Flores, Talking Heads y Los Xochimilcas–––de hecho, la cancíon “Lobohombo en París” es una especie de homenaje a los primeros dos.
Por su cuenta, el trabajo escultórico de José Luis Cortés (batería y percusión) y Alejandro Almanza (electrónica, visuales y güiro cósmico) estriba en una perversión del ‘más con menos’ del minimalismo: verbigracia, las letras BSM que constituyen el foco de la escenografía y fueron hechas con unos neones a la Dan Flavin pintados de rosa eléctrico y montadas sobre unos arte poverosísimos tablones. De igual manera la gráfica buscó evocar el carácter ensamblado de la música, cada flyer ha presentado una oportunidad para ir cultivando la estética futurista-mestizoide del proyecto.